Cuatro jóvenes vestidos de escolares corren agarrados de las manos, arengando libertad, mientras bordean la Plaza Francisco Bolognesi. Click. Otro joven, que usa un sostén de florecitas, sostiene dos baquetas que están a punto de tocar un tambor un poco maltrecho de las tantas marchas a las que ha asistido. Click. Dos jóvenes se besan y la bandera arcoíris que sostiene uno de ellos contrasta con el fondo nocturno. Click. Los géneros no importan. La gran mayoría de personas que asistieron a la XIV Marcha del Orgullo LGTBI (lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales) de Lima son jóvenes. De eso no cabe duda.  


Dentro de esta gran masa multicolor, y de todas las grandes marchas que se realizan en la capital peruana, hay unos seres dispersos a la espera del momento. Ese momento digno de capturar por su belleza visual. Otros de estos seres buscan más que eso, buscan el momento preciso en que el contenido desborda la belleza. Estos seres llevan la etiqueta de fotógrafos y disparan con un arma que no mata a nadie, solo hace despertar a las almas adormecidas por las convenciones del sistema.


Maldeojo, así todo junto, es un colectivo de fotografía que registra —y participa— de espacios que se desarrollan en los márgenes, como el Bloque Hip Hop o el movimiento LGTBI, con la única intención de comunicar lo que los medios oficiales no comunican. El Bloque Hip Hop es la confluencia de diversos colectivos armados de este género musical como medio de contrainformación para acciones en conjunto. Ellos representan solo una parte de la movida Hip Hop de Lima, no a toda. El movimiento LGTBI, por su parte, ha reclamado más visibilidad en la lucha por el reconocimiento de la igualdad de derechos. Es en estos espacios que Maldeojo se mueve y toma acción.


                                                                    ***


Cuando a Atoq, seudónimo de Marco, un amigo le encargó cubrir una fiesta patronal donde sus padres iban a ser mayordomos, pensó en grupo. Llamó a Anbessa —Aldo en realidad— y Ricardo para viajar juntos a Pachas, en Huánuco, y trabajar en colectivo. En el camino de regreso a Lima, después de haber convivido casi dos semanas juntos, decidieron formar un colectivo de fotografía. Así nació Maldeojo.


El mal de ojo es una creencia popular según la cual a través de la mirada se puede producir un daño a otra persona. “Es un poco jugar con el nombre. Nosotros no hacemos daño a la gente. Nuestra herramienta de trabajo es un arma pero no para violentar, sino para defendernos”, dice Atoq. Maldeojo se arma de una cámara fotográfica no solo para mostrar lo que está pasando, sino también para denunciar los abusos de ciertos grupos que representan el poder hegemónico, como la policía.


En la segunda movilización por la Ley de régimen laboral juvenil, más conocida como la ‘Ley Pulpín’, a inicios de este año, la policía detuvo a Atoq porque lo vieron tomando fotos mientras estos agentes del orden golpeaban a los manifestantes. Y mientras esto sucedía, él grababa y gritaba para llamar la atención y no ser un número más en la lista de detenidos. Los demás fotógrafos también grababan. Esas imágenes se difundirían más tarde por las redes sociales. “Ahí nos dimos cuenta del poder que tenía la cámara”.


Después de estas movilizaciones, los integrantes de Maldeojo —que ya no eran solo tres— vieron la necesidad de articularse con otros colectivos que también tienen una posición afín, como Tomate y Hazlo Pirata. Se juntaban en un espacio, llamado la base, al final de las marchas para subir a la red todo el material registrado. También hacían transmisión en vivo y radio. Esto los ayudó bastante al mostrarles otras formas de incidir e intervenir en la sociedad. Recuerdan estos tiempos como muy agitados y productivos.


Desde aquel viaje a Pachas, en noviembre del año pasado, nuevos integrantes se fueron sumando a este colectivo. Giros Giros, Diego, Víctor, Pam, Joel, Jorgito. Algunos usan seudónimos; otros, el nombre que sus padres les pusieron. Ninguno reclama protagonismo. Son todos y al mismo tiempo nadie. Cada uno de ellos se fundió en una masa —uniforme, compacta— que es Maldeojo, una suerte de Fuenteovejuna posmoderna. En efecto, ellos afirman que no necesitan ningún reconocimiento individual. Lo contradicen. Trabajar así, en colectivo, es una forma de matar al ego del artista.


                                                                    ***


Hoy, en el marco de la conferencia internacional ‘Las luchas sociales por la tierra en América Latina’, que se desarrolla en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad San Marcos, Maldeojo va a intervenir uno de sus muros. Pam ha llamado, dice que no podrá venir. Atoq y Jorgito, junto a Marte y Rosi de Tomate-Colectivo, tendrán que hacer el trabajo solos. ¿En qué consiste exactamente esta intervención? Ellos mezclarán dos técnicas: la muralización y los pegotes.


Cuando el colectivo recién se iba conformando, solo se juntaban para cubrir algún evento y luego subir las fotos. Luego empezaron a planear cosas, como las intervenciones. La primera de ellas fue en la avenida Grau; la temática, la represión policial. Eligieron, dentro sus fotografías, aquellas que ilustraban cómo la policía busca someter a los que cuestionan el sistema monopolizador del poder hegemónico, y las imprimieron en tamaño grande, de dos metros de alto. Tomaron la madrugada como compañera cómplice para engomar estas imágenes en las paredes de las calles. Eso es un pegote.


“Nos dimos cuenta de que Facebook no era la única forma de difusión”, dice Atoq y Jorgito asiente con la cabeza. La calle es un mejor lugar. Las redes sociales, e Internet en general, son solo una forma más de sujeción de las mentes, afirma Nicholas Carr en su libro Superficiales y Maldeojo coincide con él. Todos están en Facebook. ¿Quiénes son todos? “En la calle nos ve la gente a la que queremos llegar. Los muros de las calles son mejor que los muros del Facebook”.


Atoq imprime dos de las fotografías que escogieron para utilizar como parte de la intervención en San Marcos. Como la impresión les va a salir gratel, las imágenes se han tenido que dividir en más de diez hojas tamaño A4 que luego van a unirse nuevamente con pegamento. Al final de un pasillo del segundo piso de Sociales, Atoq, Jorgito y dos amigas más están preparando el material que después será estampado en el muro. Abajo, Marte y Rosi están pintando a una mujer que representa a la Madre Tierra y a la Serpiente Dios de los mitos andinos.


Hay varias manos cortando los bordes de aquellas hojas que pronto serán una fotografía gigante. Hay otras manos que las van uniendo. Hay un aire de complicidad, de unión. Las tijeras hoy no separan, son un instrumento más para la lucha que Maldeojo ha elegido. Hay mucha esperanza, muchas ganas de cambiar este mundo. La goma se mezcla con agua para formar el engrudo que servirá para adherir estas fotografías a la pared. Hay muchas ganas de cagarse en el sistema.


                                                                    ***


Las fotos de Maldeojo son duras. “Nos gusta el ruido (digital), el movimiento, que la foto esté sucia”, afirman. Es por esa misma razón que tampoco usan flash. “Aplana la imagen, mata esa sensación de que algo está sucediendo violentamente”. La mayoría de sus imágenes son en blanco y negro, y utilizan el alto contraste para mostrar esa agresividad con la que el poder hegemónico trata a los disidentes. Las fotos de Maldeojo gritan. Gritan rebeldía, gritan desobediencia, gritan resistencia.


A inicios de este año, Atoq y Anbessa publicaron un fotolibro sobre el Hip Hop organizado, titulado Subterráneo. Es así el mundo en el que Maldeojo se mueve, se arrastra. El mural de Sociales es distinto: hay un fuerte contraste entre una naturaleza multicolor pero muerta, y los personajes en blanco y negro más vivos que nunca. Es la Pachamama que da a luz a la insurgencia. Abajo se lee “Pinta y lucha”.