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¿Todo lo que necesitas es amor?

Publicado: 2015-09-04

Remember when you were young. 

You shone like the sun…”


A los 19 años, Sandra y Kenneth creían que todo lo que necesitaban era amor. En medio de los agitados años sesenta, marcados por los conflictos internacionales y movimientos sociales constantes, estos dos jóvenes representan el surgimiento de una nueva ciudadanía, de aquellos que se despiden deliberadamente de un mundo hostil en pos de su liberación. Es ese el entorno que envuelve al inicio de Love, Love, Love del británico Mike Bartlett, y dirigida por Mikhail Page para el Centro Cultural de la Universidad Católica.  


Esta obra presenta los dramas familiares y, más que ello, los dramas generacionales que viven —inscritos en su individualidad— los miembros de una misma familia. Love, Love, Love cuestiona las estructuras del poder, tanto del espacio público (sociedad) como del privado (hogar). Al inicio, los jóvenes Sandra y Kenneth se rebelan ante un sistema en crisis. Hacia el final, sus hijos, Rose y Jamie, se rebelarán ante el sistema que sus padres construyeron en negación al anterior.


Love, Love, Love es también teatro moderno: en las palabras de Roland Barthes, si el público de estos tiempos se conmueve ante la representación de escenas desgraciadas y desgarradoras, es únicamente en virtud de su individualidad. Nos afecta precisamente porque esta obra se desarrolla en el plano familiar, en contraposición con el teatro antiguo que es una experiencia de encarnación colectiva y se define en la ausencia de una historia individual. Somos espectadores modernos, y es desde esa condición que la obra de Bartlett nos enternece.


Sandra y Kenneth se conocen fortuitamente: el hermano mayor de este, Henry, la invita a su casa como parte del cortejo juvenil, pero ella lo deja de lado al notar que con el menor tiene muchas más cosas en común, e inmediatamente se enganchan. Ambos predican la negación del establishment y creen que los tiempos que viven son los propicios para la liberación. “Es posible que tú y yo nos estemos perdiendo de algo”, le dice Kenneth a Sandra, y esa es la invitación para que los jóvenes decidan ir en búsqueda de las respuestas que aún no consiguen resolver.


Esta obra transcurre en tres tiempos. Los articuladores de la narratividad teatral son siempre Sandra y Kenneth. La pareja aparece a lo largo de la obra, haciendo evidente el paso de los años y la evolución del pensamiento humano. Su función de eslabón del relato se ve complementada con la música como elemento que sitúa al espectador en determinado contexto. Así los espectadores podemos inferir que el primer tiempo se ambienta en los años sesenta; el segundo, en los noventa; y el último, en esta década.


En la segunda escena, una revelación hará que aquella construcción de la que tanto huían Sandra y Kenneth —y de la que al final terminaron formando parte— se tambalee dejando rezagos a su paso: traumas en Rose y Jamie, que no terminarán de descubrir sino hasta muy entrada la adultez. Sandra se da cuenta de las sujeciones sociales: se siente atrapada, en red. Kenneth ejerce la paternidad olvidando su improvisada juventud. Los hijos de los hijos de la guerra resisten ante la imposición de certezas.


Siendo esta una obra moderna, el público, inmerso en su pasividad, se enfrenta al actor. Somos todos voyeurs que nos conformamos con observar mientras sobre las tablas se desenvuelven los más grandes dramas que, por eso mismo, desbordan nuestra naturaleza de meros espectadores. Los personajes modernos se han complejizado, producto de la evolución de la conciencia. Así también, los personajes de esta obra tienen psicología, ya no advertimos la claridad de los signos.


El desenlace se ve marcado por un pedido que Rosie hace a sus padres, el cual los desencajará, no solo por su envergadura sino también por la madurez de la hija, quien además en medio del desconcierto los culpa por sus fracasos. Por su parte, Jamie luce fuera de sí, y solo su hermana parece darse cuenta. Es este el producto de unos padres que creían que todo lo que se necesitaba en la vida era amor. Finalmente, en un desborde de humanidad, Sandra y Kenneth olvidan sus diferencias y se entregan a la danza mientras suenan los Beatles con su ya clásico All you need is love, que por cierto inspiró el título de esta obra.


Escrito por

Suny Sime

Estudiante de Periodismo de la PUCP. Feminista. Nómada. Soñadora.


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